El invierno es fuente de preocupaciones para los conductores. Las frías temperaturas, la nieve y las lluvias se traducen en obstáculos para el vehículo. El riesgo de heladas es otro condicionante importante, que ya hemos analizado en profundidad. Problemas como los fallos de la batería, la condensación o el hielo en los cristales son comunes.
Otro riesgo habitual, también asociado a la estación más fría, es el aquaplaning. Un fenómeno también conocido como hidroplaneo o acuaplaneo. Se refiere a un deslizamiento incontrolado del vehículo debido a la falta de adherencia de las ruedas. Esto viene provocado por la presencia de excesiva cantidad de agua sobre el pavimento. Todos hemos oído hablar del término, pero ¿sabemos qué hacer para prevenirlo?
Antes de analizar las posibilidades de acción ante una situación, conviene pararse a comprender por qué se produce el fenómeno. En esencia, lo que sucede es que el neumático no es capaz de evacuar toda el agua que hay en el asfalto. Las ruedas suelen contar con ciertos surcos cuyo objetivo es vaciar el agua que se encuentra debajo. Pero, en ocasiones, la cantidad de agua es tal que los neumáticos no consiguen expulsarla al ritmo de la marcha.
Se genera entonces una fina capa de agua que impide el contacto entre rueda y pavimento. De esta manera, se reduce o se anula la fricción y las ruedas patinan. El vehículo suele perder el control, y disminuye la capacidad de frenado. Una situación que conlleva consecuencias imprevisibles.
¿Cómo sé que estoy sufriendo aquaplaning?
El riesgo de aquaplaning se produce durante episodios de fuertes lluvias. Además, hay que tener en cuenta que también se genera por la existencia de hielo o nieve sobre el asfalto. Precisamente por esto, se trata de un problema frecuente durante el invierno. ¿Y qué se puede hacer para evitarlo? ¿Cómo actuar ante una situación así? ¿Hay alguna forma de preservar la seguridad?
Es importante detectar cuándo sucede. En ocasiones percibimos visualmente abundante agua sobre el pavimento, pero no sabemos qué riesgo ofrece. La clave está en prestar atención, ya que habrá un aumento de las revoluciones del motor. Sentiremos una fuerte retención y que la dirección está sin control. El vehículo puede seguir recto o desplazarse a los lados. Además, el indicador de velocidad mostrará datos erróneos, debido al patinaje de las ruedas. Ten especial cuidado al atravesar grandes charcos, puesto que es la zona más proclive.
La máxima en este tipo de casos siempre pasa por reducir la velocidad. Para contrarrestar la disminución de la velocidad de frenado, amplía también las distancias de seguridad. Procura manejar el vehículo con suavidad: evita frenar y acelerar bruscamente o giros pronunciados del volante. El estado de los neumáticos será clave, ya que si están muy gastados, el riesgo de sufrir el deslizamiento aumenta.
Si, pese a estas indicaciones, se produce el aquaplaning, mantén la calma. Salir de un patinazo es posible. Para ello hay que coger el volante con firmeza y corregir en la medida de lo posible los desvíos. Mientras tanto, no aceleres ni frenes. La densidad del agua hará que el vehículo se vaya deteniendo poco a poco. Si se pierde por completo el control del coche y el accidente es inminente, guarda la calma. Pega la cabeza al reposacabezas y mantén las manos sobre el volante por si puedes recuperar el control.
En caso de hielo y nieve, las circunstancias se complican. Principalmente debido a la poca costumbre de conducir bajo estas condiciones climáticas. En estos casos, es clave reducir la velocidad y ampliar la distancia de seguridad. Se recomienda conducir además en una marcha muy superior a la que se utilizaria normalmente.
Solo así evitaremos que el vehículo patine.
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